· EL DESNUDO HUMANO Y LA NATURALEZA.



    El maldito despertador de mi teléfono móvil, sonó aquella mañana a las 8,00hrs; en esa jornada del caluroso pero adorable agosto de 2009, como todos los veranos en mi opinión, debía desplazarme al centro de la ciudad de Valencia para realizar diversas gestiones.

    En el estado de confusa somnolencia en el que me encontraba, tras escuchar como de lejos aquella musiquilla repetitiva y odiosa, no recordé que me acababa de mudar y que posiblemente al intentar aterrizar con los pies en el suelo, tropezaría con alguna caja de las utilizadas en la mudanza, para transportar mis enseres al nuevo domicilio. Y así fue, al intentar poner mi cuerpo en pie con mi cara de sueño puesta y moviéndome casi por intuición, algo se interpuso en mi camino y efectivamente… di estrepitosa y torpemente con mis huesos en el suelo, haciendo escala técnica sobre unas cajas de zapatos que esperaban apiladas su traslado, a un lugar mas adecuado. Bien comenzaba el día.

    Tras realizar el ritual diario de aseo personal, desayuné y me encaminé a la estación del metropolitano próxima, a una hora del día que todavía no resultaba calurosa, lo que permitía sentir mejor el aroma a pino, a naturaleza dentro del ámbito urbano en el que residía desde hacía tan solo unos días. Tal y como me ocurre de vez en cuando, tuve que esperar al siguiente metro ya que llegué tarde al horario de salida del que pensaba tomar. Algunos minutos más tarde llegó a la estación el siguiente comboy, subí y al momento de estar acomodado, comencé mi habitual partida de tetris en mi teléfono movil, uno de estos celulares actuales, que poco más y te conectan con los satélites de la NASA.

    Poco a poco, el vagón que escogí para recorrer la pequeña distancia que me separaba de Valencia, fue llenándose de gente; había entre las personas que comenzaron a poblarlo, algunas que iban vestidas de traje, las había que iban ataviadas con ropa deportiva… a mi lado se sentaron dos chicas, una morena y una rubia de pelo corto, de entre veinte y veinticinco años, calculo yo. Debido a la cercanía física, oía perfectamente su conversación, a pesar de que no era mi intención escucharla. Sin embargo resultaba interesante.

    La parte interesante de esa conversación que fue imposible no escuchar para mí, se desarrolló así:

· Chica rubia.-

    ¿Pues sabes?, aunque nunca he ido a una playa nudista, me apetece mucho hacerlo; sabes que adoro la naturaleza y me da que estando desnuda al sol en una playa nudista o no sé… en un bosque poco frecuentado me sentiría más natural, mas identificada con la naturaleza y no sé… pienso que incluso más libre.

· Chica morena.-

    Pues yo estoy pensando en repetir, estuve hace años en una pero bueno por tomar el sol nada más, sin tanta filosofada, ajajjaja.

· Chica rubia.-

    ¿Ah sí, estuviste en una?, ¿y que tal?.

· Chica morena.-

    Muy bien, una playa muy tranquilita de Tarragona. Fui con mis padres.

· Chica rubia.-

    Pues te parecerá una filosofada, pero la verdad, yo pienso que nosotros mismos, las personas, el ser humano somos naturaleza, con lo que es bueno que estemos lo más cerca posible de ella, así que… sí, creo que iré este finde, ¿te vienes?.

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    Evidentemente, a la chica rubia no le faltaba razón en la última frase que recuerdo de aquella conversación: nosotros mismos, el cuerpo humano y por tanto el cuerpo de cada uno de nosotros, es una manifestación de la naturaleza. Aunque desde el punto de vista de la sociedad actual, con su entramado de relaciones e interacciones con los demás, sus normas y sus directrices morales, pueda parecer una opinión extrema, lo cierto es que el cuerpo cubierto con cualquier tipo de vestimenta, es antinatural y artificial.

    Bien cierto es, que el ser humano comienza a cubrir su cuerpo desde sus albores, para combatir el frío, este es un hecho clave en la supervivencia de la especie. Sin embargo… ¿cuándo empieza el hombre a cubrir su cuerpo, incluso en las épocas calurosas?, ¿por qué lo hace en esas épocas?, ¿tal vez por una conciencia de prejuicio social?. Hoy en día, en el hombre moderno no queda nada del hombre integrado en la naturaleza. Este es un tema antropológico del que nos ocuparemos en otro artículo.

    En el caso de los movimientos nudistas y naturistas, está claro que la práctica del nudismo surge de un impulso de vuelta a la naturaleza. Pero entre las personas que se consideran textiles, vemos habitualmente y cada día más a menudo en las playas, mujeres que practican el top-less, que lucen bikinis minúsculos o tangas.




    ¿Son estos casos intentos de vuelta a la naturaleza a través de la desnudez, no consumados?, ¿representan la antesala del nudismo, que quizá en muchos casos nunca llegará?, ¿tienen simplemente su origen en la sensualidad, en la provocación?, ¿domina en estos casos el convencimiento quizá inconsciente, de que llevando estas prendas minúsculas estarán mas cerca del desnudo, sin estarlo completamente y no se autocastigarán con el prejuicio de la imagen humana desnuda en público?. Sería interesante tratar este tema en un artículo próximo con la colaboración de un psicólogo y un sociólogo.

    Siendo como siempre desde este lugar respetables y respetados todos los pareceres, es evidente que el cuerpo humano desnudo es una manifestación de la naturaleza, pertenece a la naturaleza; aunque racionales y muy desarrollados desde el punto de vista evolutivo y enmarcados en una estructura muy desarrollada en el ámbito social y tecnológico, los seres humanos seguimos siendo animales. Existen individuos a los que no les molesta su desnudez ante los demás y los hay, la gran mayoría, a los que sí les incomoda.



Animal racional, pero animal.


    Y así como esta bitácora trata el tema del cuerpo desnudo del ser humano y todo lo que le rodea, y se posiciona del lado de su manifestación libre de prejuicios, también se ocupará de un modo activo del de la propia naturaleza como entorno, primordialmente desde la óptica de su conservación, medio natural del que formamos parte aunque desdichadamente inadaptados, medio en el que están nuestros orígenes… la naturaleza, la madre tierra.



    Si dejamos que se quemen nuestros bosques y con ello llegamos a la desertización o si conseguimos poco a poco la extinción del resto de las especies vegetales y animales, acabaremos con el equilibrio ecológico y nos quedaremos sin nada; nos quedaremos sin hogar, porque llegado ese momento no lo serán ni los grandes edificios ni las ciudades; llegado ese momento ya no podrán salvarnos ni las más poderosas e influyentes políticamente organizaciones ni entidades del globo, ni los gobiernos del mundo. Y entonces, en pleno proceso de suicidio, el cuerpo humano desnudo será la única manifestación de la naturaleza que nos quede… nosotros mismos en nuestra propia desnudez.

Sergio Amado.




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